viernes, septiembre 24, 2010

Matar a Hitler (3: La puta Gestapo)

Más o menos por los tiempos del atentado fallido contra Hitler en el aire se produjo el intento por parte de elementos de la resistencia de atraer a sus proyectos de Heinrich Himmler. Aunque pueda parecer increíble, lo cierto es que esta tesis no está exenta de lógica. Himmler no era especialmente inteligente (aunque, al lado de gentes como Ribentropp o Hess, era un licenciado en exactas con premio extraordinario) y, aún así (o tal vez por eso mismo) era tremendamente ambicioso. Mediada la segunda guerra mundial que, no lo olvidemos, venía a suponer más o menos los diez años de Hitler en el poder y algunos más al frente del partido, no era Himmler el único miembro de la cúpula nazi que se preguntaba quién mandaría cuando Hitler dejase de hacerlo. Himmler, además, al menos hasta la catástrofe de Stalingrado, podía bien pensar que estaba perdiendo la partida a favor de Göring; aunque, como digo, más allá la cosas le sonrieron un poco más, puesto que Stalingrado fue uno más de los ejemplos en los que Göring prometió algo que no cumplió (en este caso, el correcto abastecimiento de las tropas en la bolsa), lo que le hizo perder puntos.

Un último factor importante es el hecho de que, en 1943, en expresión de Churchill, giraron los goznes de la Historia, y las tornas de la guerra empiezan a cambiar en contra de Alemania. Es un hecho que, más adelante, con la guerra perdida, Himmler intentará lavar su propio culo a espaldas de Hitler (por ejemplo, tratando de pactar con los judíos la liberación de unos cuantos miles de los campos de concentración a cambio de ser protegido); no es nada extraño, pues, que se pensase que podía ser proclive a algún tipo de oposición al Führer que le dejase a él en buen lugar.

El 26 de agosto de 1943, el ministro prusiano de Finanzas, Johannes Popitz, se entrevistó con Himmler. Pudo verle gracias a Carl Langbehn, miembro de la resistencia que había hechos labores de inteligencia para Himmler.

Popitz trató de alimentar el ego de Himmler aseverando que la labor del Führer estaba siendo dilapidada, y aseverando que él era el único posible salvador; por lo que instaba a Himmler a llevar a cabo negociaciones de paz a espaldas de Hitler. Himmler, sin embargo, respondió con evasivas. Quizá, la guerra no estaba aún lo suficientemente madura para esa conversación.

Lejos de ayudar a la resistencia Himmler, a través de la Gestapo, la perseguía. La Historia del III Reich es, en buena parte, la Historia de un enfrentamiento continuado y cainita entre la Abwehr y la Gestapo por ser la CIA de Hitler; pelea que finalmente ganaría la Gestapo, precisamente, tras estallar la bomba contra Hitler. Hasta 1942, en realidad, la Gestapo estuvo básicamente ocupada en desmantelar la Rote Kapelle, es decir la red de espionaje de inspiración comunista existente en Alemania. Pero, tras dar con sus cabecillas y detenerlos, pudo centrarse en esta otra resistencia que aquí constato, que tiene un carácter mucho más conservador.

Los éxitos fueron rápidos. A principios de 1943, la Gestapo detuvo a los dos jóvenes hermanos Hans y Sophie Scholl, que realizaban proselitismo antihitleriano en la universidad de Munich; y los puso en manos del superjuez nazi Roland Freisler. Los Scholl se autoincriminaron buscando que no hubiese más investigaciones, pero, pese a ser ejecutados, se produjeron un centenar más de detenciones. La resistencia no podía quedarse quieta. El conde Peter Yorck, vinculado a Dohnanyi, viajó a Suiza para mantener contactos con Allen Dulles, respresentante de EEUU, para convencerle, sin éxito, de una mayor implicación aliada en las acciones de la resistencia.

En marzo de 1943, Ludwig Beck fue operado de un cáncer de estómago, lo cual debilitó a la resistencia. Por aquellas fechas, Himmler nombró a Ernst Kaltenbrunner jefe de Seguridad del Reich, lo cual marcó un agravamiento de las acciones de la Gestapo. El propio Canaris, al cual Himmler le había confesado, probablemente para ponerlo nervioso, que estaba investigando un golpe de Estado de los generales, fue interrogado.

Manfred Roeder, uno de los mejores investigadores de la Gestapo, había trincado por un delito económico a un hombre relacionado con la resistencia, Schmidthuber, al que metió en la prisión de Tegel una buena temporada para ablandarlo. Finalmente, Schmidthuber acabó por ceder y se mostró dispuesto a hablar acerca de acciones realizadas con miembros de la resistencia como Müller o Dohnanyi.

El 5 de abril de 1943, las investigaciones de Roeder y la Gestapo dieron frutos por fin. Ese día el mismísimo Roeder, acompañado tan sólo por Franz Xaver Sonderegger, también oficial de la Gestapo, llamó sin previo aviso a las oficinas de la Abwehr. Preguntaron por Canaris, que les recibió extremadamente solícito. Fríamente , Roeder le exigió que les llevase a la oficina de Dohnanyi.

Canaris encargó a Oster la labor de llevar a los dos oficiales de la Gestapo a la presencia de Dohnanyi. Una vez en el despacho de éste, Roeder y Sonderegger conminaron a Dohnanyi a que abriese los cajones de su mesa y su caja fuerte. Éste obedeció, y pronto todos los papeles guardados en estos sitios estaban extendidos sobre la mesa. Roeder se aplicó a estudiarlos, pero Sonderegger, no. Era un experto perro de presa, conocía su oficio muy bien y sabía que, tal vez, la clave de la investigación no estaba en los papeles, que eran muchos y estaban desordenados, sino quizá en los rostros de las personas a las que vigilaban. No se equivocó. En un momento dado, captó claramente una señal de mus de Dohnany a Oster, señalando levemente uno de los papeles de la mesa. Sonderegger esperó a que Oster intentase hacerse con el papel y, cuando lo hizo, lo pilló en bragas. Aquel papel, marcado con una O, contenía un esquema de cómo debería ser la administración de Alemania tras la caída de Hitler. Luego aparecieron más documentos comprometedores. Dohnanyi salió de la sede de la Abwehr camino de la carcel militar de Tegel (el mismo pueblo que hoy da nombre al aeropuerto berlinés).

Aquella acción fue una indudable victoria de la Gestapo. Pero parcial. Con todo, Dohnanyi logró escabullir a los policías la llave de los archivos secretos que tenía en Zossen, donde había tralla para implicar a todos los conspiradores hasta el corvejón. Dohnanyi había tenido la inteligencia de pegar la llave a una carpeta que contenía papeles insulsos de gestión, así pues Oster no tuvo problemas en recuperarla. No obstante, la documentación incautada condujo a la rápida detención de la mujer de Dohnanyi, Christine; su hermano, Dietrich Bonhoeffer; Josef Müller y la mujer de éste. Oster no fue detenido, pero sí colocado bajo intensa vigilancia. Para todos los presos, la prioridad se convirtió en seguir en Tegel, es decir detenidos bajo jurisdicción militar, y no en las mazmorras de la Gestapo, donde su destino era mucho más incierto.

Roester bautizó a todo aquel grupo como la Schwartz Kapelle, o banda negra. Aunque los presos no estaban formalmente bajo su jurisdicción, sí los interrogó y los sometió a fuerte tortura psicológica, amenazándoles con llevarles a sus cárceles o con hacerle algo a sus parientes.

En cuanto a una de las claves de esta historia, los papeles de Zossen, fueron, con mucha probabilidad, parcialmente destruidos por Oester, y el resto pasaron a manos del coronel Werner Schrader, destinado en el alto mando de Zossen. Schrader escondió lo papeles en una granja de su cuñado en Brunswick. En 1944, cuando conociendo el fallo del atentado contra Hitler, Schrader se suicidó, su mujer los destruyó.

Aknowledgements... more

Sólo unas líneas para dejar aquí una nota de agradecimiento a Óscar y Johan (no pongo los nombres completos porque igual, como yo, tenéis uno verdadero y otro en la internet, y no es cuestión de descubrirlo aquí). Grandes Johan y Óscar. Suya es la pericia que ha permitido colocar en la biblioteca nuevos archivos de La oportunidad en diversos formatos para libros electrónicos.

Gracias por vuestro tiempo, y por vuestra generosidad.

jueves, septiembre 23, 2010

La oportunidad 1.0

Ya está lista la versión revisada 1.0 de La oportunidad de Judas. Volveré sobre el manuscrito cuantas veces haga falta, sobre todo si recibo nuevas apreciaciones que me permitan aquilatar más el argumento y la ambientación. No obstante, esto es lo que se puede considerar una primera edición.

He incluído en el texto una página de agradecimientos a todos aquellos de vosotros que habéis tenido la paciencia de enviarme, a través de los comentarios o en privado, apreciaciones sobre lo que leíais. Esto es porque verdaderamente os estoy muy agradecido por el esfuerzo aunque, como alguno de vosotros me ha hecho notar, también hay un beneficio para vosotros, que podéis sacar a pasear conocimientos que no salen en las conversaciones habituales (yo, por lo menos, jamás había discutido sobre calibres). Si alguien se sintiere injustamente olvidado, que puede ser, me lo demande sin pudor.

El texto lo he colgado en formato rtf y en formato pdf, aunque me dicen que el segundo es un tanto chungo para los libros electrónicos (a ver si Blogger se porta con los enlaces). Si consigo generar un EPub o similar, también lo colgaré. Todos los ficheros están replicados en la biblioteca.



En los tiempos presentes, manejo la posibilidad (sólo posibilidad de momento) de comenzar a escribir otra novela, esta vez ambientada en el Madrid de las últimas semanas de la guerra civil. Como quiera que me he encontrado con algunos problemas de ambientación iniciales, aquí los coloco a ver si algún freak me los sabe contestar.

1.- La sede de Presidencia del Gobierno ha sido tradicionalmente en el siglo XX el palacete del número 3 de Castellana. Lo del palacio de la Moncloa es bastante moderno. Sé que en tiempos de la II República era así porque Eugenio Vegas Latapié cuenta en sus memorias que un día uno de los hermanos Miralles lo quiso agredir en plena calle, hasta el punto de que Vegas confiesa que tuvo que sacar su pistola; y sitúa explícitamente dicha escena en la plaza de Colón, casi enfrente, dice, de Presidencia del Gobierno.

Juan Negrín, a su regreso al Centro tras el derrumbe de Cataluña, se estableció en una masía alicantina, pero estuvo en Madrid varias veces, entre otras cosas porque la capitalidad había sido retrasladada a la ciudad y era aquí donde se celebraban los consejos de ministros. Tuvo varias entrevistas en su despacho de Presidencia del Gobierno. Todo apunta, pues, a que dichas entrevistas se celebraron en Castellana, 3. Pero no he encontrado ninguna seguridad documental de que sea así.

2.- También tengo bastante lío al situar exactamente las dependencias ocupadas por el mando militar en la calle Lista, hoy Ortega y Gasset. Sé que, obviamente, el hoy llamado Edificio Beatriz entonces no existía. Algún freak me ha dicho que el edificio que ocupaba ese solar fue incautado y usado para dependencias de Estado Mayor; pero, que yo sepa, y tengo una foto incluso, el edificio que ocupaba el Beatriz era una iglesia, y no me parece que una iglesia sea el sitio ideal para colocar unas oficinas de mando.

Por otro lado, Martínez Bande nos dice que cuando Enrique Líster llegó a Madrid en los últimos días de la guerra, se estableció en el cuartel general del Quinto Regimiento, en la calle Lista número 23. Por alguna lectura perdida que tengo en la memoria, puede que de Bravo Morata o de Suárez, tenía yo por mí que el edificio incautado por el Quinto Regimiento fue lo que hoy es la Fundación Juan March. Pero es difícil que ese edificio fuese el número 23. Está muy arriba.

En fin, tengo un lío sobre si en Lista hubo un solo centro de mando (el del quinto regimiento) o más de uno, y dónde estuvieron ubicados exactamente.

3.- Para nota: ¿alguien sabe la ubicación exacta del café Rex, mentidero parlamentario de aquella época (cuando estaban abiertas las Cortes, claro)?

martes, septiembre 21, 2010

Matar a Hitler (2: La bomba que no estalló)

En la primavera de 1939, Churchill se entrevistó con Goerdeler y Schlabrendorff, en cuyas entrevistas analizaron los grandes problemas que presentaba ya un golpe de Estado. Otro viajero a Londres fue el conde Helmut von Moltke, quien hacía la oposición a su manera, con escasa acción, a base de reuniones intelectuales en su casa de Kreisan.

En agosto de 1939, a su regreso de Polonia, asustado por lo que se viene encima, Canaris se las arregla para reclutar a Dohnanyi en el Departmento Z, con el rango de mayor (Oster fue ascendido a mayor general). Sin embargo, las perspectivas de un golpe de generales con alto mando se hizo imposible, en parte por el prestigio adquirido por Hitler, en parte por el hecho de que el Führer, víctima de eso que llamamos en España “síndrome de La Moncloa” y que consiste en rodearse en la cumbre del poder sólo por quienes rinden una pleitesía perruna a las ideas del jefe, dio poder en el ejército únicamente a su estrecho círculo de fieles (Brauchtisch, Wilhelm Keitel, Alfred Jodl, o Walter Warlimont). Por la vía diplomática, Hassel mantuvo contactos con los ingleses, a través de un intermediario llamado Londsdale, en Suiza en 1940 y también en abril, es decir justo antes de la invasión de Dinamarca y Noruega, hechos ambos que servirían para alimentar aún más el prestigio interior de Hitler. En paralelo, Canaris activó a uno de sus agentes, el abogado Josef Müller, ferviente católico, para que negociase con el Papa Pío XII su condición de intermediario de negociación frente a Hitler. Con tal motivo Müller estuvo en Roma en octubre de 1939 y se entrevistó con el jesuita padre Robert Leiber, alemán y miembro del entourage papal; contaba, además, con la ventaja que de Pío XII, en su etapa de nuncio papal en Berlín, había cabalgado a menudo con Beck y Canaris, pues todos ellos eran muy aficionados a la hípica.

Estos contactos llegaron bastante lejos. Müller llegó a elaborar un documento, el conocido como Memorando X, conteniendo las condiciones en las que Alemania e Inglaterra podrían firmar una paz; documento que recibió el placet tácito del Papa. Halder llegó a poner este documento en manos de Brauchtisch, pero éste consideró que el planteamiento era alta traición y se negó a darle curso. El documento fue finalmente custodiado por el coronel Werner Schrader. La invasión de los países escandinavos, que dejó bien patentes las intenciones de Hitler, abortó todo este plan. De todas maneras, el plan tenía pocas posibilidades de salir adelante teniendo en cuenta la doctrina Churchill, partidaria de una rendición total de Alemania y no de un pastiche; e imposible a partir de 1942, cuando los aliados pactaron que ninguno de ello llegaría a término alguno con Alemania individualmente.

Oster, por su parte, trataba de evitar el avance alemán. A través del agregado militar holandés en Berlín, Jacobus Sas, advirtió a los holandeses de las intenciones de Hitler de pasarles por encima, junto con daneses y noruegos, aportando incluso las fechas previstas para las distintas acciones; lo cual no sirvió de nada, puesto que Hitler acabó cambiándolas. Müller, que recibió la información de Oster, también la distribuyó a través del Vaticano, y fueron estos mensajes los que acabaron por ser interceptados por la inteligencia civil alemana. Cuando Canaris fue informado, encargó la investigación a Müller; por lo tanto, el responsable de investigar las filtraciones era quien realmente las estaba realizando. Oster también avisó a yugoslavos y griegos antes de que Hitler los atacase en 1941.

Llegó junio de 1940 y, consecuentemente, la caída de Bélgica, Holanda y Francia, más el alineamiento voluntario de Rumania y su petróleo. El prestigio de Hitler alcanzó un punto tan alto que la resistencia alemana mutó; pasó de creer en la posibilidad de un golpe de Estado desde arriba para pasar a considerar la posibilidad de asesinar a Hitler.

Una vez que Alemania abrió el frente oriental al invadir la URSS, colocó en dicho frente a un importante elemento para la resistencia. Nos referimos a Henning von Tresckow, mayor general que, por sus responsabilidades, tenía acceso directo al mariscal de campo Von Kluge, comandante de uno de los siete cuerpos de ejército empleados en la invasión de Rusia.

En estos momentos de 1940 más o menos, Tresckow y Schlabrendorff son los dos principales candidatos de la resistencia para llevar a cabo la acción contra Hitler, por lo que el asesinato se emplazaba en alguna de las visitas de Hitler al frente del Este (y se consideraba que sería imperativo algún nivel de complicidad por parte de Kluge). En el Oeste, se avanzó mediante el reclutamiento del general Olbricht, jefe de Logística del ejército de reserva al mando del general Fromm.

Tresckow, Canaris y Von Dohnanyi se vieron en Smolensko a principios de 1943. Acordaron que se formaría un comando de oficiales, al mando del barón Georg von Boeselanger, que mataría a Hitler durante la visita al frente oriental el 13 de marzo de 1943. Esta intentona fracasó por falta de apoyo de Kluge; el mariscal ya no era para entonces ningún hitleriano acérrimo, pero no hasta el punto de facilitar una acción así.

Sin el apoyo de Kluge, los conspiradores cambiaron de estrategia. Diseñaron un plan por el cual Hitler sería asesinado en su vuelo de regreso desde el frente oriental hacia Rastenburg, mediante la acción de Tresckow y Schlabrendorff. Para ello decidieron utilizar explosivo plástico de origen británico activado con un fulminante y un temporizador. Tresckow se las arreglaría para conseguir que la bomba viajase en el avión pretendiendo ser un par de botellas de Cointreau dirigidas a su colega de Berlín Helmut Stieff (nunca he entendido esta historia: ¿por qué alguien que está en Smolensko regala Cointreau a alguien que está en Berlín? ¿No debiera ser más bien al revés?)

Hitler llegó al frente del Este el 13 de marzo como estaba previsto, y se reunió con Kluge antes del almuerzo. A la hora de la comida, Schlabrendorff se acercó al avión del Führer y convenció a los oficiales de mantenimiento de la historia del regalito para Stieff.

Según los cálculos conspiradores, Hitler y el resto de los ocupantes del avión reventarían más o menos sobre Minsk. Sin embargo, Hitler llegó sano y salvo a Rastenburg. Acojonado y nervioso, pero conservando la suficiente presencia de ánimo, Tresckow telefoneó a Rastenburg y convenció a un oficial al otro lado de la línea de que le había enviado a Stieff el regalo equivocado. Con puntualidad teutónica, pues, sus presuntas botellas de Cointreau se guardaron en Rastenburg hasta que alguien viajase desde Smolensko para reclamarlas. Esto fue lo que hizo, finalmente, Schlabrendorff, quien descubrió un pequeño error en el mecanismo que había impedido la explosión.

Pocos días después de este fracaso, el barón Rudolf von Gersdorff se presentó voluntario para inmolarse con una bomba durante una exhibición en Berlín de material bélico ocupado a los soviéticos. Fracasó porque no consiguió acercarse al Führer lo suficiente.