jueves, febrero 06, 2014

Galiza ceibe (y 11)

Cuando llega la Transición, obviamente las fuerzas políticas gallegas se centran en el tema de la autonomía. Eso sí, no lo hacen como en el País Vasco o en Cataluña, y la razón fundamental para ello es que, para cuando llega la democracia, y a despecho de experimentos que se producirán algunos años después, la referencia histórica del nacionalismo gallego, el Partido Galeguista, está laminada. Castelao, ya lo hemos dicho, murió en 1950, y esto lo coloca en una evidente inferioridad de condiciones frente a Josep Tarradellas o el ex peneuvista, ya batasunero, Telesforo Monzón. Galicia prácticamente no tiene líderes históricos, y para uno que tiene, Ramón Piñeiro, es persona que, por mor de la reclusión sufrida, se ha apuntado tiempo atrás al movimiento gallego culturalista (mucho poema enxebre, mucho estudio etnográfico, mucha gaita, y tal) y no quiere saber nada del movimiento político propiamente hablando.

La falta de un claro referente nacionalista provocará, además, que muchos gallegos, que por otra parte ya estaban bien predispuestos a ello, tiendan a confundir galleguismo con nacionalismo. Los partidos tradicionales nacionales, en Galicia, tienen un tono muy gallego que los convierte en una especie de formaciones nacionalistas avant la lettre. El ejemplo más claro de lo que decimos es Manuel Fraga, quien, además de ser un animal político, trabajó durante toda su vida en democracia su imagen de gallego de pura cepa, persona del pueblo que jugaba al dominó con sus paisanos en Perbes, que tendía a mitigar las pretensiones nacionalistas de una sociedad, la gallega, que, la verdad, nunca lo había sido en grado sumo.

En 1976, mes de mayo, se funda el Partido Popular Galego, PPG, fruto de la unión entre algunos galleguistas de ideología cristiana y el grupo del mismo corte que, a escala nacional, estaba montando Joaquín Ruíz Jiménez. El PPG pudo ser el receptor de la antorcha del PG pero, sin embargo, a pesar de ser tan pronto el gesto de su formación, para cuando la llevaron a cabo ya no quedaba sitio en Galicia para más nacionalistas de derechas o centro-derecha, puesto que la inmensa mayoría de ellos estaban enclavados en la UCD, que prometía algo tan importante en política como tocar pelo de Poder; y Alianza Popular, donde se producía el indudable atractivo de la personalidad de Fraga.

Por lo que se refiere a la izquierda, en el momento de morir Franco ni el PSOE (bueno, los PSOEs, porque entonces había dos) ni el Partido Socialista Popular de Enrique Tierno tienen implantación seria en la región. Ya en 1974, durante las últimas boqueadas del dragón, se había fundado un Partido Galego Social Demócrata, que no llega a gran cosa. Así las cosas, la fuerza fundamental es el PSG, formación crecientemente escorada hacia la izquierda por su líder Xosé Manuel Beiras.

A la izquierda de Beiras, sin embargo, había más. Estaba, para empezar, el PCG-PCE, formación enormemente disciplinada y que contaba, además, con su influencia en Comisiones Obreras, entonces el sindicato mejor implantado en Galicia, de largo. Sin embargo, la actitud del PCE ante la cuestión nacional gallega no estaba del todo clara. Entre universitarios y cuadros tenía cierta implantación el Movimiento Comunista de Galicia, que apoyaba sin ambages las reivindicaciones autonomistas. Otros partidos de izquierda de orientación española, como la Organización Revolucionaria de los trabajadores ORT, el Partido de los Trabajadores de España PTE o la Liga Comunista Revolucionaria LCR, tenían posiciones más tibias al respecto.

En el campo puramente nacionalista, el grupo más fuerte era la UPG, que adopta rápidamente una estrategia de frente popular con la creación de la Asociación Nacional Popular Galega (ANPG), que es un intento doble para, por un lado, monopolizar el movimiento nacionalista; y, por otro, ganar la universidad, lo cual, en un momento como la transición, en el que además la fuerza universitaria estaba prácticamente concentrada en la ciudad de Santiago, tenía una gran importancia. La UPG, sin embargo, fracasará tratando de aglutinar al PSG en la ANPG.

Con todo, como siempre, hay que advertir al paciente lector de que no debe dejarse arrastrar por la impresión de que, a base de tanto hablar del nacionalismo, la vida política gallega estaba presidida por él. En realidad no es así. La vida política gallega en el principio de la democracia está, first and foremost, presidida por lo que pasa en Madrid. A principios de 1975, cuando los comunistas impulsen la creación de la Junta Democrática, el PCG creará la Xunta Democrática. Cuando el PSOE contraprograme creando la Plataforma de Convergencia Democrática, creará, inmediatamente, la Plataforma de Convergencia Democrática de Galicia. Cuando ambas se fundan en la famosérrima Platajunta, la fusión se verificará en Galicia en la Táboa Democrática de Galicia.

El nacionalismo gallego se dará cuenta pronto de que tiene que reaccionar a la decisión de comunistas y socialistas de no forzar la ruptura con el proceso de Transición, que ellos, sin embargo, siendo mayoritariamente marxistas, sí que desean. En enero de 1976, la UPG impulsa la creación del Consello de Forzas Políticas Galegas o CFPG, donde sí logrará meter al PSG (y el fantasmagórico PGSD), y al que se unirán después el Partido Carlista y el Movemento Comunista. Este Consello elabora un documento llamado Bases Constitucionais para a participación da Nación Galega nun Pacto Federal, que con su mismo título lo deja ya todo claro. Sin embargo, el Consello fracasará antes de terminar ese año, ante la tentativa de la UPG de alimentar sus sindicatos nacionalistas de nueva creación con los militantes de CCOO que también lo son del MCG. Asimismo, en octubre de ese mismo año, las tensiones UPG-PSG fuerzan la creación de la Asamblea Popular Galega APG, que escinde con ello la ANPG.

Ese patio de Monipodio político llegó en tal situación a las elecciones de 1977, en las que el llamado desde entonces Bloque Nacional Popular Galego, resultado de la fusión de la UPG y la ANPG, saca un 2% de los votos. El PSG, en solitario, saca el 2,4%. El PPG y el PGSD, coligados, sacan 63 votos menos que el BNPG. UCD saca 20 diputados, Alianza Popular 4, y el PSOE 3. El nacionalismo gallego, muy especialmente el de corte rupturista, resulta, pues, laminado en las urnas.

Los resultados son especialmente dañinos para el PSG. A partir de los mismos, el PSOE no cejará hasta conseguir que el partido siga los pasos del PSC en Cataluña o el PSPV en la Comunidad Valenciana. Finalmente, consigue que un grupo bastante numeroso de militantes se pase al denominado Partido Socialista de Galicia-PSOE. Así pues, había que distinguir entre PSG y PSdeG, y ay de ti, mamarracho, si no entendías la diferencia. En la UPG, algunos militantes de corte algo más conservador también se escinden para fundar el Partido Obreiro Galego.

Como consecuencia de todo esto, se puede decir, porque es la verdad, que la autonomía gallega, para bien, y para mal, no es obra de los nacionalistas. El ente preautonómico gallego, presidido, cómo no, por un médico (quien sea de Santiago de toda la vida sabe de lo que hablo), el doctor Gerardo (mutado a Xerardo) Fernández Albor, y el estatuto de 1980, se lo pastelean entre ellos las tres formaciones que tienen representación en Galicia (como, por otra parte, debe ser), y sobre todo dos de ellas.

Con la llegada de la preautonomía y la autonomía, el nacionalismo rupturista sufre un obvio shock, porque se viene a demostrar que la mentada estrategia no va a servir de gran cosa. Además, en un gesto en buena parte increíble, resurge el Partido Galeguista. De la mano de algunos nacionalistas históricos y con otros retales (políticos escocidos del PPG y PGSD, que se han quedado sin plataforma) se refunda el PG de Castelao en noviembre de 1978. Esta formación genera con el PSG y el POG la formación de una coalición, Unidade Galega; nomenclatura que, como ya habréis concluido en estas notas, hablando de Galicia y de nacionalistas, se acerca peligrosamente al oxímoron. En las primeras elecciones municipales de la democracia, UG levanta en buena parte los desastrosos resultados del 77, y se lleva algunas cosas de cierto fuste, como la alcaldía de La Coruña para Domingo Merino (PSG). Las cosas van bien hasta que, en 1982, se desintegra la UCD; proceso que, en Galicia, provoca conversaciones entre algunos políticos venidos de esta formación y un sector del PG, que forma finalmente con ellos Coalición Galega, generando una escisión con el resto de la militancia del partido histórico que deja éste hecho unos zorros. Antes de esto, en todo caso, veremos a la UPG y al BNPG atraer al PSG para ir coligados a las primeras elecciones autonómicas, donde conseguirán tres diputados que son expulsados de la Cámara autonómica por negarse a acatar la Constitución. Este gesto, y el poco rédito político que supuso, mueve a la mayoría de la UPG a pilotar la conversión del BNPG en el Bloque Nacional Galego o BNG, bastante más moderado en sus apelaciones rupturistas.

En las autonómicas de 1984, CG obtiene un éxito bastante notable. Lo cual será su perdición, porque les convertirá en bisagra. Por ello, la alternativa de la Coalición es: o dejar a hacer a Alianza Popular, recia ganadora; o crear una coalición, a la baleárica podríamos decir nosotros desde la experiencia del futuro, con las fuerzas de izquierda. Esta disyuntiva quiebra la Coalición y provoca que sus militantes más de izquierdas la abandonen y creen el Partido Nacionalista Galego. Ambas formaciones encontrarán, ¡por fin!, su lugar bajo el sol con la formación del gobierno González Laxe (PSOE), en el que participarán; pero eso sólo servirá para dilatar un poco más su declive, puesto que en las elecciones de 1988 se arrearán una hostia del cuarenta y siete, y no sobrevivirán. Uno se disuelve en la práctica, y el otro, el PNG, acabará en el BNG.

En la izquierda, el POG muta a Esquerda Galega, y acaba absorbiendo al PSG, por lo que pasa a llamarse PSG-EG (no lo he escrito todavía en estas notas: pero los no gallegos deben saber que todas las siglas políticas, sindicales y tal en Galicia no se leen diciendo “ge” cuando hay una G; se lee “Ga”. Así pues, esto se lee: “Pe ese ga e ga”. La segunda mitad de los ochenta y años adyacentes verán una lucha entre el Pe Ese Ga E Ga y el Be Ene Ga por la dominación de la izquierda nacionalisa; competición que acabará ganando claramente el BNG, mucho más implantado socialmente. El PSG-EG, a causa de estos reveses, se refundará en Unidade Galega, formación que asimismo se escindirá; una parte de sus militantes se irá a Izquierda Unida, y la otra al Bloque.

Tras este conjunto de fenómenos, el BNG se convertirá en un experimento histórico en la política gallega, pues conseguirá lo que, en el fondo, el nacionalismo lleva pretendiendo desde siglo y medio atrás: superar sus diferencias. El BNG que afronta la década de los noventa es una formación eclesial, ecuménica, dentro de la cual, al servicio de la idea del nacionalismo gallego, conviven liberales de izquierdas, marxistas de variada laya y socialdemócratas. Muy inteligentemente, este BNG que surge de los primeros escarceos de la autonomía gallega ha renunciado a la autodeterminación a corto plazo, lo que hace su mensaje muy atractivo a capas de votantes gallegos poco amigas de revolucionarismos y tal. En 1989, la prevalencia del BNG es un hecho, y cuatro años después sus adversarios prácticamente desaparecen, hasta aceptar los hechos en 1995 e integrarse en el propio Bloque. En 1996, el nacionalismo gallego vuelve a enviar representación al Parlamento de Madrid, 60 años exactos después de haberlo hecho la vez anterior.

Y aquí lo vamos a dejar, porque este blog habla de Historia. A juicio de su amanuense, lo que pasó después, con el nuevo gobierno del PSOE en coalición con el BNG, son hechos del presente. Mi opinión personal, por cosas que vi y experimenté durante aquellos años, es que aquella coalición de gobierno era un tanto contranatura, pues englobaba a dos formaciones que, en realidad, se estaban disputando la hegemonía en la izquierda gallega. En aquellos tiempos, cuando iba a Galicia en verano, me sorprendía mucho escuchar en la radio cuñas publicitarias de la «vicepresidencia de la Xunta» en las que se animaba, por ejemplo, a mujeres emprendedoras que buscasen ayudas, a informarse en «la web de la Vicepresidencia de la Xunta de Galicia». Daba toda la sensación de que en aquel gobierno mucha gente iba a lo suyo, y creo que eso se acabó pagando.


De la escisión sufrida por el Bloque, obviamente, sé menos aún, porque pertenece todavía más al campo de lo que algún día será Historia, pero no lo es. Si eso, quedamos aquí dentro de treinta años, y os lo cuento.

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